Paisaje II

Calle de encuentros

 

La mujer acaba de recibir un recado de parte un hombre. Ahora se va hacia el fondo de la escena, por el callejón.  Llegará hasta la esquina y doblará a la derecha directo hacia su casa. Allá la espera su hermano. Para él es el mensaje.

El hombre, quien prefirió no aparecer en la escena para cubrir su identidad, le dice a ella que por favor guarde mucha discreción. Además, que no le haga esos favores al hermano que puede terminar involucrada. Así él esté como esté, debe hacer acto de presencia. Él es el responsable del trabajo. Le guiña el ojo. De todas formas ella recibe el sobre. Y marcha hacia su casa. Sabe que lleva algo importante. El hombre que nunca se ve en la escena desaparece sin dar pistas y sin hacer algún ruido significativo. La situación es silenciosa. Solo de vez en cuando se oyen las pisadas de la mujer. Llega a su casa. Su hermano la mira inquisitivo. Está recostado en un sofá. Con la pierna derecha extendida. Está herido y se recupera de su “accidente”. Le extiende la mano esperando recibir lo que le pertenece.

Que seas responsable, que dés la cara, te mandó a decir.

Es peligroso, lo sabes. A ti, en cambio, nunca te hará daño. Le agradas. Una noche de estas deberías acompañarlo y tratar de resarcir a nuestra familia. Mija, tú eres la esperanza.

Paisaje Solitario

Calle Solitaria

Hace poco escampó. Anocheció también. Se han encendido las luces de las lámparas de la calle. Se reflejan sobre el pavimento húmedo. Es una noche oscura con luces amarillentas. Es un paisaje deprimente. No hay gente que pase. Solo lámparas, edificios, carros parqueados y pavimento. Desde una esquina emerge una figura femenina. Camina muy cerca a la pared del andén hasta que se percata de que ya no llueve. Se relaja un poco. Mira a lado y lado de la calle para cruzarla. De otra esquina emerge una figura masculina. Camina con desparpajo y sin mediar palabra o esperar un momento crítico se abalanza sobre la figura femenina. La toma con fuerza y la lleva hacia la parte más oscura de la escena. Se escucha un sonido. El primero contundente de la escena. Los pasos no fueron fuertes y contundentes para denotar algo importante. Este sonido es el grito y quejido de la figura femenina. Poco a poco se va ausentando hasta que ambas figuras se pierden en el fondo del paisaje. En la parte más oscura, donde ni siquiera las lámparas permiten observar qué sucede. Tampoco hay otro sonido que permita vislumbrar algo de lo que pasa. Minutos después aparece la figura masculina acercándose al primer plano de la escena. Camina con cierta hombría sobre su pecho, como si le pesara ser hombre y por eso agacha su espalda. También renguea. Se acerca hasta lo más próximo y hace un gesto de macho dominante: se sube sus pantalones hasta donde puede, luego parece que se subiera el cierre y camina con los brazos y las piernas abiertos un poco más de lo habitual. Desaparece de la escena por el frente. Luego reaparece la figura femenina con sus prendas rotas. Ya no camina titubeante y protegiéndose de la lluvia. Poco le importa en estos momentos si llueve o si hace frío o si es de noche. Desaparece de la escena por su misma esquina. Parece que llora. También renguea.